lunes, 22 de noviembre de 2010

Fecha: 9 de octubre de 2010

Una estrella ilumina la noche

Al colgar el celular, caminé hacia la puerta de la discoteca Alma; ubicada donde anteriormente quedaba la discoteca Acrópolis, en el parque Lleras. Marcela Valdés, me esperaba allí, para ingresar a aquel sitio que sería inaugurado en una hora aproximadamente. Eran las 9:03p.m cuando entramos y en su interior, la oscuridad me transportó en un entorno totalmente diferente al de la calle. Me dirigí hacia el fono de la discoteca, donde se encontraba ensayando el Dj y al frente suyo Ethan Edwards cantaba con una energía que no sólo se sentía; se oía, se transmitía al escuchar su voz y mirar sus expresiones corporales y faciales, demostrando su pasión por la música. Saltaba e inclinaba el micrófono simulando tener al público presente. Lo miré entre las luces que prendían y apagaban al ritmo de la música y recordé las palabras de este artista: “Sigue siempre tu corazón. No importa lo que digan tus amigos, tus amigas… Tu sueño y tu corazón”.

Al terminar de interpretar la canción I got a feeling de Black Eyed Peace, sin complicaciones saltó de la barra y se dirigió hacia el lugar donde me encontraba. Con un fuerte abrazo nos saludamos y luego fuimos a conversar con uno de sus amigos, que se hallaba al otro extremo de la discoteca.

Pasados cinco minutos, salimos del local, cogimos un taxi y fuimos al apartamento de Ethan, acompañados por Marcela Valdés.

Cuando llegamos a su hogar, ubicado cerca al Hotel San Fernando Plaza, el reloj marcaba las 10:12 p.m. Abrió la puerta uno de sus compañeros, Sean Daniel, quien cortésmente se presentó en idioma español. Paul, fotógrafo americano pero que actualmente vive en Pereira, hablaba con una mujer de aproximadamente 25 años.

Mientras tanto, Ethan Edwards seleccionaba en su habitación, el traje que usaría en el concierto. Salió de allí y se dirigió a la cocina. Detrás de la lavadora, se encontraba guardada la mesa para planchar; la sacó con cautela y puso su ropa encima de la mesa. Cogió la plancha, le aplicó un poco de agua del grifo del lavaplatos e inició con el pantalón. Ilusiones brillaban en su mirada, las manos que antes sostenían un micrófono, ahora sostenían la plancha que alisaría las arrugas de la camisa blanca y el pantalón del mismo color que luciría esa noche. Las ansias se notaban en todo su cuerpo. La hora del concierto se acercaba y Marcela, Sean y yo, debíamos estar antes que Ethan para verificar que todo estaba preparado para él.

Salimos del apartamento y nos despedimos de Paul, Ethan y Diana. Presionamos el botón del ascensor para descender al primer piso; y mientras esperábamos nos mirábamos en el espejo que se encontraba al frente del ascensor y Marcela decía: “La vamos a pasar súper”. Después de la espera, bajamos al parqueadero y simultáneamente, se escuchaban los juegos pirotécnicos lanzados en la discoteca Alma. De nuevo, tomamos un taxi, donde llevábamos la ropa que Ethan había empacado, y Marcela comentó: “Ethan llenó la ropa de loción”. La emoción de Ethan se notaba con sólo detenerse y observar su mirada, su alegría y sobre todo su fe. Miraba al cielo y decía: “Arriba está mi Padre, Dios. Todas las noches hablo con mi Padre”, y señalaba la estrella más grande y brillante de aquella noche.

Cuando llegamos a la discoteca, había una fila de hombres y mujeres que llegaba hasta la esquina de la misma. Entramos, y esta vez ya había personas disfrutando de la música programada por el Dj. Pero pronto todo cambiaria… 11:25 p.m.: aparece Ethan encima de la barra, con su traje blanco, sus gafas estilo Ray Ban de color negro y unos tenis blancos que combinaban con su atuendo. Parecía aquella estrella que él mismo señaló cuando se encontraba en su apartamento, o más bien que esta estrella le hubiera infundido una parte de su brillo, porque había un toque angelical en su voz, en su forma de ser, en su mirada azul. Él iluminó la noche con el blanco de su ropa y de su corazón aquel lugar oscuro. En definitiva, pudo entregar su mensaje de amor.

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